
Dirigida por Ron Howard, y protagonizada por Frank Langella, (Nixon), y Michael Sheen, (Frost). Esta película merece mención por dos motivos: La puesta en escena de un episodio revelador en la historia política de los Estados Unidos, en cuanto a como se tejen los hilos del poder, y por otro lado, la actuación de Langella como Nixon es, sencillamente, perfecta.
La película transcurre en el propósito que se hace un showman británico, (Frost), de entrevistar a Richard Nixón, un par de años despúes de su renuncia a la Casa Blanca. Este peridodista debe sortear todo tipo de problemas financieros para lograr la exclusiva entrevista, la cual es presentada como si fuera una contienda de boxeo.
Lo cierto es que ambos - Frost y Nixon - persiguen el mismo objetivo: Destruir al oponente; pero cada uno con fines distintos: El primero busca una confensión de culpa - algo espectacular, algo que venda el show; el ex-presidente, por el contrario busca reinvindicarse con el público norteamericano, ganarse la opinión pública, manipulando la entrevista a su favor.
El espectáculo se dispone para el evento, que consistirá de una serie de entrevistas, con temas preacordados, (Watergate, Vietnam, otros), para un total de 30 horas de grabación que Frost pretende vender al mejor postor entre las cadenas Americanas.
Interesante desenlace que gratifica un poco la exasperante arrogancia de Nixon.
Diego de La Vega.
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